El pasado fin de semana (17, 18, 19 de febrero) se llevó a cabo el carnaval Bahidorá en su onceava edición. Cada año genera grandes expectativas por sus grandes puestas en escena musicales y entreteje de ritmos de todas partes del mundo incluyendo jazz, cumbia, hip-hop, disco, house, techno y más. Este año no fue la excepción contando con las participaciones de Aquihayaquihay, Danilo, Hiatus Kaiyote, John Talabot, Kokoroko, Little Dragon y muchos más en sus cinco diferentes escenarios. Este año, a diferencia de las ediciones pasadas hubo dos showcases en paralelo, una fiesta de clausura el domingo por la noche y dos espacios nuevos para acampar más cerca del carnaval.
Tuvimos la oportunidad de vivir el festival el día sábado, por lo que les contamos un poco de lo que vivimos durante este divertido festival.
Tras un par de horas de camino, el calor, la energía y el eco de la música comenzaron a anunciar la llegada a un hermoso oasis localizado a aproximadamente 123 km del centro de la Ciudad de México, el parque natural “Las Estacas” en el bello estado de Morelos. Al llegar pareciese que uno se adentra en una película de ciencia ficción de lo más peculiar. Hadas, elfos, vaqueros, apaches y otros personajes, todos en el mismo lugar.
Con el sol a todo lo que daba, la primera parada obligatoria fue en los stands de bebidas donde no solo preparaban deliciosos tragos sino que tenían también juegos y actividades como ruleta de shots o maquillaje para complementar tu ofni. Después de refrescarnos un poco algo empezó a rugir y no era un set experimental, sino nuestros estómagos, así que caminamos directo hacia la zona de comida al aire libre. Fue difícil elegir entre tanta oferta, desde platillos gourmet para los gustos más exigentes, pasando por opciones vegetarianas y veganas, hasta los clásicos que nunca fallan. Sin duda el aroma y la fila, que siempre es garantía de que algo vale la pena, nos llevó hacia el stand de tacos de cecina, una especialidad del estado de Morelos.
Barriga llena, corazón contento. Caminamos unos minutos para darle chance a la digestión y aprovechamos para dar un tour por los enigmáticos espacios donde conviven la naturaleza y las grandes propuestas del circuito de arte. Dentro del paseo nos encontramos con actividades para todo tipo de visitante. Podías encontrar a los más aventureros practicando kayak, snorkel o trepados en la tirolesa; a los más espirituales en clases de yoga o meditación; y a aquellos con un espíritu más social en ponencias y talleres sobre medioambiente o emprendimiento. A estas alturas fue imposible aguantarse las ganas de sumergirse en las frías aguas turquesas del río que cruza el parque y nos acercamos a uno de los escenarios en el cual se podía nadar y bailar al ritmo de una gran selección en vinilo en las manos de grandes exponentes como Edna Martínez y Mickey Pérez.
La luz ámbar comenzaba a bañar nuestros cuerpos y mientras muchos aprovechaban la famosa “golden hour” para sacarse fotos o acercarse a las fogatas, nosotros preferimos apurarnos y dirigirnos hacia el escenario principal para alcanzar un buen lugar. No había pierde, las brillantes luces de la estructura se colaban entre las ramas de los árboles marcando el camino y poco a poco las siluetas danzantes se dibujaban por contraste entre la oscuridad y el escenario para luego volver a perderse en la sombra y ser una sola masa de vida. Muy poético todo.
Perdimos la noción del tiempo con tanto baile y de repente el reloj marcaba casi la medianoche. Cual cenicientas pasamos a retirarnos, pues teníamos que emprender nuestro regreso a la ciudad. Definitivamente fue un planazo, más allá de la buena música Bahidorá es una experiencia holística multisensorial para gozar del arte, la gastronomía, los productos locales y empatizar con la importancia del medioambiente, perfecto para aquellos que vivimos en una gran ciudad y que necesitamos tomarnos un respiro de la rutina para reconectar con nuestras raíces, la naturaleza.