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Entre estigmas y desinformación: Hablemos de VIH

Entre estigmas y desinformación: Hablemos de VIH

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Un día mi mamá recibió una inquietante llamada: su hermano se encontraba en fase terminal en una clínica de Altamira, Tamaulipas. No quisieron dar más detalles al teléfono pero le solicitaron como contacto de emergencia que se presentara a la brevedad. Al llegar encontró a su hermano en un estado de deterioro que la mortificó, lleno de moretones y llagas y en una habitación sucia y descuidada. 

Nadie quiso informarle a mi mamá sobre lo que sucedía con la salud de mi tío, no hasta que llegara el médico responsable. Tampoco quisieron atender a sus solicitudes de cambiar la ropa de cama o la bata de mi tío, mucho menos bañarlo. Después de horas de angustia el médico se apareció. Mi tío estaba en estado terminal ya que el cáncer había invadido gran parte de su cuerpo y el ser una persona con SIDA complicaba la situación. Sí, SIDA. En ese momento mi mamá se paralizó y entró en rabia ya que no sabía cómo el estigma a la enfermedad –tanto del personal médico como de mi tío mismo– le habían hecho llegar a esa situación.

Gloria es una mujer tradicional, de educación y formación Bautista –una rama conservadora del cristianismo–. Cree que la homosexualidad es pecado y que “la paga del pecado es muerte” –sí, estoy citando la biblia–. Tras la muerte de mi tío y a su regreso a Guadalajara, después de conocer detalles sobre la vida y muerte de su hermano que desconocía, decidió sólo dedicarme unas palabras: la homosexualidad es pecado, pero aún cuando tengas SIDA te voy a cuidar; pero no me pongas en esa penosa situación.

En la mente de mi madre el ser homosexual era igual a ser VIH+, y el ser VIH+ era igual a tener SIDA. Yo tenía 20 años cuando tuve esa plática, así que en mi mente esa idea se plantó. Crecí en los años 90 con las estúpidas leyendas urbanas de la gente que se contagiaba del virus por la promiscuidad e incluso por un acto de odio que alguien enfermo cometía en su contra. Recuerdo todas las historias: las agujas en el transporte público, las personas con jeringas en los antros y hasta los mensajes en el espejo del baño después de un encuentro de una sola noche.

Un día recibí la llamada, un amigo tenía algo que contarme y necesitaba que lo llevara a un lugar, no dijo más. Resulta que después de unos tragos decidió ver a una persona para un encuentro, lo había conocido de Grindr y se habían visto en algunas ocasiones. Ese día el condón se rompió y entró en pánico, al cuestionar a la persona sobre su estatus el contestó de la manera más casual: no te preocupes, todo bien. Estaba aterrado y quería ir cuanto antes a Consejo Estatal para la Prevención y Control del Sida, Coesida, –dependencia del gobierno encargada de la prevención del VIH– para conocer sus opciones. 

Resulta que hay un tratamiento llamado PEP, algo así como la píldora del día siguiente. Sólo que no es una píldora y no es una sola toma. Consta de un tratamiento de un mes en el que se toman una serie de medicamentos los cuales pueden prevenir un contagio aún si hubo contacto. Se debe de tomar máximo 72 horas después de la relación de riesgo. El tratamiento es costoso, pero existen asociaciones que pueden brindar de manera gratuita, la cosa es que no se puede desperdiciar por lo que se necesita valorar el riesgo para considerarse candidato. 

La realidad es que la atención en Coesida no fue óptima. Sí, el personal fue amable pero la información fue limitada y un tanto alarmista. De ahí nos mandaron a Checcos AC, una asociación civil sin fines de lucro en Guadalajara. Al llegar el ambiente cambió completamente, eran un grupo de –en su mayoría– hombres jóvenes que de pe a pa y como hablando con un amigo explicaban todo lo que se necesita saber sobre el tema. Nunca me había sentido tan ignorante. 

Resulta que hay muchos factores en una relación de riesgo que te colocan en una escala sobre el verdadero riesgo. Si vamos de menos a más podría mencionar el uso del condón, el condón es un método de barrera altamente efectivo para la prevención del VIH. Después viene si una de las personas involucradas es VIH+ indetectable, indetectable es igual a intransmisible, y esto significa que la persona VIH+ sigue su tratamiento y su carga viral es muy baja. 

También está el tema de los fluidos, los principales que pueden contener carga viral son: la sangre y el semen, en ese orden. De ahí también que exista mayor riesgo dependiendo el tipo de penetración: anal, vaginal, oral; en ese orden. Por esto es también que durante muchos años se pensó que el VIH era un virus exclusivo de la comunidad LGBTQ+, los contagios se daban más en el colectivo por el tipo de penetración –anal– y la falta de condones. 

Al final mi amigo entraba en un porcentaje bajo de la escala de riesgo: había sido activo, el condón se rompió y no había presencia de sangre –hasta donde supo–. Aún así decidió tomar el PEP para eliminar toda posibilidad restante. Durante 28 días tomó tres medicamentos, los cuales causaron entre otros síntomas: pesadillas, coloración amarillenta en ojos y diarrea los primeros días. Al final el resultado fue negativo y las secuelas del tratamiento fueron mínimas. 

Cuando fuimos por su prueba final para conocer los resultados nos contaron también sobre el PrEP. Este tratamiento es preventivo, consiste en una sola pastilla que se toma diario y se recomienda para personas que en su vida sexual llevan prácticas de alto riesgo de manera constante. También existe una opción similar para cuando los encuentros son planeados, cuatro días antes se toman una serie de pastillas para poder reducir la probabilidad en las relaciones de alto riesgo. 

Durante todo este proceso vino a mi mente toda la situación que viví con mi tío. El estigma de hace 9 años aún me acompañaba y yo estaba tan nervioso como mi amigo. Conforme recibí la información y platiqué con el personal de Chiccos, me di cuenta que este miedo iba en relación a mi ignorancia. Dicen que la ignorancia mata, y en este caso podría hacerlo. Muchos de nosotros incluso preferimos evitar hacer una prueba de manera periódica ya que creemos que el VIH es sinónimo de muerte y rezago social. 

Mucho ha cambiado en treinta años. La ciencia y la sociedad se encuentran en un punto en el que vivir como VIH+ no hace ninguna diferencia en tu vida diaria. Existen tratamientos que se pueden llevar sin miedo a los efectos secundarios. El problema es nuestra ignorancia y la atención que el gobierno pone al tema. 

Afortunadamente existen personas preocupadas –y ocupadas– por informar y apoyar a todo aquel que lo requiera. Muchas de estas asociaciones son civiles y existen paralelas a Coesida. Es importante acordarnos de su existencia no sólo cuando nos encontramos ante una situación vulnerable. Informémonos, aprendamos más sobre el tema, pongamos el tema sobre la mesa y perdamos el miedo. Actuémos, busquemos la manera de apoyar económicamente si es que nuestra situación nos lo permite. Asociaciones como Clínica Condesa en Ciudad de México y Checcos en Guadalajara viven de donaciones. BADHOMBRE Mag ha trabajo en conjunto con Inspira Cambio AC para difundir estos temas con nuestra comunidad.

El VIH no es sinónimo de muerte.

Israel Vazquez, Tapatío en CDMX. Me gusta tomar tequila y escribir, siempre al mismo tiempo

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