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Queer Coding: ser malvado y diverso en la pantalla

Queer Coding: ser malvado y diverso en la pantalla

Valerie García

¿Quién no ama a un buen villano? La gran mayoría de las veces estos personajes nos cautivan, incluso más que los personajes principales. Pero, ¿te habías dado cuenta que muchos de ellos son queer? Gracias a que las temáticas sobre la diversidad se han puesto sobre la mesa, a nuestra generación le ha tocado dar una mirada hacia el pasado y cuestionar diversos aspectos que dábamos por sentado como normales. Y es que es muy probable que nuestra asociación de lo queer con algo incorrecto, malvado, perverso o diabólico tiene mucho que ver con estas malas representaciones que crecimos viendo en pantalla. Desafortunadamente, esta vinculación errónea desemboca en la gran cantidad de actos violentos que se viven día con día en contra de la comunidad LGBTIQ+. 

Queer Coding es un término utilizado cuando en la industria del entretenimiento existen personajes con características físicas y rasgos de personalidad estereotipados que hacen referencia a las personas cuya identidad de género y/o preferencia sexual no está dentro de la cisheteronormatividad, sin que realmente el personaje exprese explícitamente su sexualidad o identidad de género.

El término se originó en el libro de Vito Russo The Celluloid Closet y los personajes queer coded empezaron a ser populares tras establecerse el Código Hays a mediados de los años 30 como una forma de censurar ciertas temáticas en las producciones audiovisuales. Un punto importante de este código era la prohibición de la perversión sexual y la preservación de lo que se consideraba moralmente aceptable. Claramente esto dejaba fuera cualquier cosa relacionada al mundo queer

Muchos escritores y directores introducían este tipo de personajes (queer coded) para evitar perjudicar su reputación. Si el personaje no era el mejor amigo aparentemente gay, era un villano o también un asesino travestido. Ejemplos de esto en el cine son: Norman Bates en Psycho (1960), el Dr. Robert Elliott en Dressed to Kill (1980), Buffalo Bill en Silence of the Lambs (1991) o también, nuestros villanos favoritos de la infancia como ÉL en las Chicas Superpoderosas (1998), Scar en El Rey León (1994), Hades en Hércules (1997), Jafar en Aladdin (1992), El Capitán Garfio en Peter Pan (1953) y un caso muy puntual el de Úrsula en La Sirenita (1989), quien fue inspirada en la icónica Drag Queen Divine. 

La gran mayoría de estos villanos comparten características:

1) Los personajes masculinos poseen estilizados vestuarios, tienen cierto aspecto y gestos femeninos, además de que contrastan con la hipermasculinidad de sus contrincantes masculinos. Por otro lado, los femeninos rechazan la hegemonía;

2) Son incapaces de pasar por encima de sus jóvenes y pequeños rivales a pesar de tener ventajas evidentes;

3) Muchos de estos personajes tiene un desenlace funesto y esto nos remite a aquellos valores del código Hays que castigan a quien llevase su vida por fuera de la norma. A este fenómeno de finales trágicos se le conoce como Bury Your Gays o Dead Lesbian Syndrome. 

Debido a que por mucho tiempo no existió representación de la comunidad LGBTIQ+ en los medios, las audiencias queer comenzaron a celebrar y convertir a estos villanos, sobre todo, las de películas infantiles, en íconos de la cultura popular queer. Pese a la tergiversación, muchos de los infantes queer han tenido su primera interacción con este mundo a través de esos personajes que perpetúan estereotipos dañinos. La industria por su parte, ha visto esto como una oportunidad de lucrar con una comunidad hambrienta de visibilidad y en nuestros días, ha encontrado en el Queerbaiting una mina de oro. 

Asociar la villanía con ser queer es un reflejo del miedo que tiene la sociedad a salirse de los cánones cisheteronormados, a lo diferente. Muchas de las personas que formamos parte de la comunidad LGBTIQ+ crecimos con un sentimiento de culpa y un miedo irracional a ser nosotros mismos, porque desde chiques se muestra, directa o indirectamente que el ser distinto es incorrecto; que el ser queer es sinónimo de ser malo, perverso. 

Afortunadamente la sociedad va cambiando poco a poco y las comunidades vulnerables tenemos más espacios para alzar la voz y exigir derechos. Del mismo modo, la industria del entretenimiento ha ido evolucionando, ajustándose a lo que demanda un público más tolerante, más crítico y consciente, desarrollando narrativas inclusivas con representaciones adecuadas. 

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